Si la distancia languideciera podría degustar lugares de ensueño, uno detrás de otro. Si el tiempo no se empeñara en volar, podría volver una y otra vez, y una vez más, a tocar tantos paraísos, unos perdidos, otros por descubrir. Pero la distancia no remite en su afán de grandeza y el tiempo sigue obcecado en su dantesca carrera. Sólo puedo sobrevivir a tan desigual combate mirando y mirando. Presa por la distancia y por el tiempo, sólo me sé libre entre arena y tierra. Mirando y mirando siento la suave arena que envuelve y calienta mi ser, me fortalece la tierra firme que me arraiga a la vida. Me sé libre mirando y admirando el arte. Pinceles que paran el tiempo, colores que emborronan la distancia. Lienzos que me abrazan a lo que necesito, a los aromas y a los sonidos del mar, a las fragancias y a los susurros de la tierra. Cuadros que comparten su soledad con mi soledad que siempre acecha en algún rincón, que me ayudan a perderme entre las olas, a refugiarme entre las malezas. Mirando y mirando admiro cada detalle, la magia de cada rincón. La vivacidad del sol, la transparencia del agua transparente, la claridad de valles, montañas y riachuelos claros. El misterio de la noche, que me hace más insignificante y hace más infinita a la mar misteriosa, más indómita a la tierra enigmática. Mirando y mirando me mimetizo con lo que miro y me vuelvo día, noche, frío, calor, calma, tempestad, belleza, alegría, fuerza, vida. Hasta soy luna que pinta la arena dorada y la tierra sombra. Soy sol que esparce su caprichosa y hermosa paleta de color. Huelo a mar y a sal, a retama y a dulce calima. Siento el arrullo del verano agonizante y el abrazo del otoño naciente. La mar retoma su faz bravía y la tierra eleva su voz rotunda. Mirando y mirando mares y tierras sucumbe mi nostalgia de mar, nostalgia de tierra, nostalgia de movimiento, nostalgia de sosiego, nostalgia de sentir en cada espacio, en cada momento, el latido de la vida. Cada cuadro me entrega al mundo y su grandeza. Mirando y mirando soy agua y tierra, soy fuego y viento. Soy libre.
Juana G. Alcántara
Periodista
INTRODUCCIÓN.
La Fundación UNICAJA demuestra día a día su compromiso con la cultura. No sólo ofrecemos un foro para que, en este caso, el arte llegue a todo el mundo, sino que apostamos por la promoción artística, la de nombres consagrados, y la de artistas locales que también necesitan una ventana al mundo, un espacio donde poder mostrar la calidad de su arte y su creatividad.El compromiso social que siempre nos ha caracterizado, sigue firme y nos empeñamos en seguir consolidándolo. Nos interesan las personas y las ciudades en las que actuamos y en las que tratamos siempre de revertir la confianza que depositan en nosotros. Respondiendo a sus demandas, y en esta exposición, incluso conectando a distintas localidades.Un vínculo andaluz que consigue el grupo de pintores jiennenses “Almarián”, que han realizado ya varias exposiciones conjuntas, que están empeñados en crecer más y más en el mundo del arte, pero no en solitario. Son una piña, tanto para coger el pincel y aprender unos de otros, como para mojarse en cada aventura de exponer con la organización y con la intendencia.
Almarián: Alfonso, María y Antonia eternizan y miman en sus lienzos a su provincia, pero sin olvidar otros lugares, sobre todo de Andalucía, con los que complementan la riqueza jiennense. Alfonso Ibáñez Sánchez, pincelada amplia y viva de colores con fuerza descubriendo nuevos horizontes.
María González Merino, pincel preciso y minucioso, arqueóloga de rincones de color que esperan su mirar siempre curioso.
Antonia González García, casi siempre apostando por un color predominante del que captura sus sensaciones, atrapando la fugacidad de momentos y lugares mágicos.
Una exposición que llegará, sin duda, a nuestras gentes, que demostrará una vez más el compromiso de la Fundación UNICAJA con la cultura, que corroborará que los artistas locales siguen teniendo mucho que contar.
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